La liberación del campo de concentración de Mauthausen, que tuvo lugar hace 80 años, sigue siendo un hito doloroso en la memoria colectiva de España. Este campo, ubicado en Austria, se convirtió en un símbolo del sufrimiento de miles de republicanos españoles que, tras huir de la Guerra Civil, encontraron un destino aún más trágico bajo el régimen nazi. En este contexto, las historias de aquellos que vivieron el horror de Mauthausen y sus familias se convierten en un recordatorio de la importancia de la memoria histórica.
Mariano Cebrián, un hombre de 70 años, recuerda vívidamente las historias que su padre le contaba sobre su tío Antonio, quien fue uno de los 4.755 españoles que perdieron la vida en Mauthausen. Antonio, al igual que muchos otros, huyó de su pueblo para evitar ser capturado por las fuerzas franquistas y terminó en un campo de refugiados en Francia. Desde allí, fue reclutado para trabajar en la construcción de la línea Maginot, solo para ser capturado por los nazis y enviado a Mauthausen. Su historia es un reflejo de la tragedia de muchos que, en busca de libertad, encontraron la muerte.
El campo de Mauthausen no era un lugar aislado, sino parte de una red de campos donde se explotaba a los prisioneros hasta su muerte. Según el presidente de Amical Mauthausen, Juan Manuel Calvo, de los aproximadamente 7.000 españoles deportados a estos campos, cerca del 70% murió debido a las condiciones inhumanas, torturas y enfermedades. La brutalidad del régimen nazi se evidenciaba en cada rincón del campo, donde los prisioneros eran tratados como objetos desechables.
Las condiciones de vida en Mauthausen eran extremas. Los prisioneros, considerados apátridas por el régimen franquista, eran identificados con un triángulo azul y sometidos a un régimen de trabajo forzado en condiciones inhumanas. Sin ropa adecuada, sin atención médica y con una alimentación insuficiente, muchos sucumbieron a la malnutrición y las enfermedades. La historia de Antonio Cebrián es solo una de las muchas que ilustran el sufrimiento de aquellos que fueron despojados de su dignidad y humanidad.
El testimonio de Manolo San Martín, otro sobreviviente, ofrece una perspectiva diferente. A pesar de las adversidades, Manolo logró sobrevivir a su paso por varios campos, incluido Mauthausen. Su experiencia resalta la importancia de la solidaridad entre los prisioneros, quienes se ayudaban mutuamente en medio del horror. Manolo trabajó en la cantera de Wiener Graben, donde las jornadas eran extenuantes y las condiciones climáticas extremas. Su historia es un testimonio de resistencia y supervivencia en un entorno diseñado para deshumanizar.
Francesc Boix, un fotógrafo que documentó la Guerra Civil española, también estuvo en Mauthausen. Su habilidad le permitió trabajar en el laboratorio fotográfico del campo, donde pudo preservar imágenes que atestiguan los horrores vividos por los prisioneros. Tras la liberación, Boix utilizó estas fotografías como pruebas en los juicios de Nüremberg, contribuyendo a la memoria histórica de las atrocidades cometidas. Su legado es un recordatorio de la importancia de documentar la verdad y buscar justicia.
La historia de Mauthausen y sus víctimas no debe ser olvidada. A medida que se conmemoran 80 años de su liberación, es crucial recordar a aquellos que sufrieron y murieron en este campo. Las familias de las víctimas, como la de Mariano Cebrián, continúan llevando el peso de la memoria, recordando a sus seres queridos y compartiendo sus historias para que no caigan en el olvido. La lucha por la memoria y la justicia sigue siendo relevante en la actualidad, recordándonos la importancia de aprender del pasado para construir un futuro más justo y humano.