En medio de intensos bombardeos en la Franja de Gaza, las negociaciones para una tregua entre Israel y Hamás han tomado un nuevo impulso. Este lunes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reunirá con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en Washington, donde se espera que se anuncie un alto el fuego. La presión de Trump ha sido un factor clave en el avance de las conversaciones, que comenzaron el domingo pasado.
Desde que Trump instó a ambas partes a «hacer un trato en Gaza y recuperar a los rehenes», las dinámicas han cambiado. Netanyahu ha comenzado a priorizar la liberación de los cautivos, lo que ha llevado a Hamás a responder positivamente a la propuesta de tregua temporal. Sin embargo, Israel ha dejado claro que algunas de las demandas de Hamás son «inaceptables».
La historia reciente del conflicto muestra que las treguas a menudo son frágiles. La última cesación de hostilidades, que comenzó en enero, fue interrumpida por Netanyahu dos meses después. La presión de Trump podría ser determinante para que esta nueva oportunidad de paz no se convierta en otra decepción.
Mientras las delegaciones de Israel y Hamás se encuentran en Doha, negociando en el mismo edificio pero en habitaciones separadas, la situación en Gaza sigue siendo crítica. Al menos 78 palestinos han muerto en los recientes bombardeos, lo que subraya la urgencia de un acuerdo.
Fuentes diplomáticas han indicado que, si hay voluntad de ambas partes, un acuerdo podría cerrarse en un solo día. Los intermediarios de Catar y Egipto están facilitando la comunicación entre las partes, y tras la respuesta positiva de Hamás, Israel ha enviado una delegación a Doha y ha aprobado la entrada temporal de ayuda humanitaria en el norte de Gaza, una de las áreas más afectadas por el conflicto.
Sin embargo, no todos en el gobierno israelí están de acuerdo con esta decisión. Bezalel Smotrich, ministro de Economía, ha calificado la entrada de ayuda humanitaria como un «grave error», argumentando que beneficia a Hamás. A pesar de las tensiones internas, la delegación israelí en Doha es de alto nivel, aunque no incluye a algunos de los funcionarios más influyentes que han participado en negociaciones anteriores.
Las expectativas son mixtas. Aunque las exigencias de Hamás han sido consideradas inaceptables por Israel, hay un optimismo cauteloso entre los diplomáticos. La clave parece estar en la presión que ejerza Trump sobre Netanyahu y su disposición a hacer concesiones.
En cuanto a los rehenes, se estima que 20 cautivos siguen en manos de Hamás. El actual borrador del acuerdo contempla un intercambio en el que Hamás liberaría a diez rehenes vivos y entregaría dieciocho cuerpos, mientras que Israel podría liberar a unos mil prisioneros palestinos, incluidos algunos condenados a cadena perpetua.
Las familias de los rehenes han intensificado sus esfuerzos para presionar al gobierno israelí a aceptar el acuerdo, movilizando a decenas de miles de personas en manifestaciones. Sin embargo, hasta ahora, sus esfuerzos no han dado los resultados esperados.
Además, Hamás ha presentado nuevas demandas, incluyendo la entrada diaria de entre 400 y 600 camiones de ayuda humanitaria a través de agencias de la ONU, así como la reapertura del cruce fronterizo de Rafah para permitir la salida de enfermos y heridos. También exigen que Israel se retire a las líneas acordadas en la tregua de enero y que se garantice que no habrá reanudación de los combates mientras se negocia un alto el fuego permanente.
Estas exigencias son difíciles de conciliar con el objetivo de Netanyahu de eliminar la presencia de Hamás en Gaza. Sin embargo, podría estar dispuesto a aceptar algunas de ellas temporalmente para aliviar la presión de Trump y avanzar en el proceso de paz.
La situación sigue siendo volátil y el futuro del acuerdo de tregua dependerá de la voluntad de ambas partes para comprometerse y de la influencia que pueda ejercer Estados Unidos en el desenlace de estas negociaciones.