El multimillonario Elon Musk ha dejado su puesto como «empleado especial» en el gobierno de Donald Trump tras 130 días de trabajo en el recién creado «Departamento de Eficiencia Gubernamental» (DOGE). En una conferencia de prensa celebrada en el Despacho Oval, Musk y Trump intentaron calmar los rumores sobre tensiones entre ellos, destacando los logros del empresario sudafricano durante su breve mandato.
Musk, conocido por su papel como fundador de Tesla y SpaceX, había invertido cerca de 300 millones de dólares en la campaña presidencial de Trump, lo que le permitió acceder a una posición en el gobierno. Sin embargo, a medida que se acercaba el límite legal de 134 días sin contrato, las diferencias entre ambos se hicieron evidentes. En la conferencia, Trump elogió a Musk, describiéndolo como «un gran patriota» y afirmando que su contribución al gobierno de Estados Unidos «no tiene parangón en la historia moderna».
A pesar de la cordialidad en la despedida, Musk expresó su decepción con algunas de las decisiones políticas de Trump, especialmente en relación con el aumento del gasto público. Durante su tiempo en el gobierno, Musk había prometido reducir el gasto en 2 billones de dólares, pero esa cifra se redujo drásticamente a 150.000 millones. La eliminación de 264.000 puestos de trabajo en el gobierno federal, que representó el 12% de la fuerza laboral, fue uno de los logros más controvertidos de su gestión.
En su discurso, Musk aseguró que su salida no significaría el fin de DOGE ni su influencia en la Casa Blanca. «Seguiré visitando y seré un amigo y asesor del presidente», prometió, dejando abierta la posibilidad de seguir influyendo en la política estadounidense desde fuera del gobierno.
La relación entre Musk y Trump se había forjado en un contexto de crisis, tras un atentado contra el entonces candidato presidencial en 2024. Musk, que había apoyado previamente a Barack Obama, se alineó con Trump, utilizando su fortuna y su influencia tecnológica para ayudar en la campaña. Sin embargo, a medida que avanzaba su mandato, las diferencias ideológicas comenzaron a surgir, especialmente en temas económicos y de comercio.
Uno de los momentos más destacados de su relación fue cuando Musk utilizó una motosierra, un regalo del presidente argentino Javier Milei, como símbolo de los recortes que planeaba implementar en la administración. Esta acción le valió críticas y tensiones con otros miembros del gabinete, incluyendo a Peter Navarro, asesor comercial de Trump, a quien Musk llamó «cretino» por sus políticas arancelarias.
A pesar de las tensiones, Musk sigue siendo un jugador clave en el panorama político estadounidense. Ha anunciado su intención de invertir 100 millones de dólares en candidatos republicanos para las próximas elecciones legislativas, lo que indica que su influencia en el partido y en la política no ha disminuido. Sin embargo, su reciente declaración de que planea reducir su inversión en política sugiere un cambio en su enfoque, posiblemente buscando distanciarse de la controversia que ha rodeado su tiempo en el gobierno.
La conferencia de prensa fue un intento de ambos líderes de mostrar unidad y minimizar las especulaciones sobre un posible «divorcio» político. Sin embargo, la realidad es que la relación entre Musk y Trump ha sido compleja y ha evolucionado a lo largo del tiempo. Desde su apoyo inicial hasta las críticas abiertas, la dinámica entre estos dos titanes de la industria y la política ha capturado la atención del público y de los medios.
En resumen, la salida de Musk del gobierno de Trump marca un capítulo significativo en la intersección entre la tecnología y la política en Estados Unidos. Con su promesa de seguir siendo un asesor y amigo del presidente, Musk deja la puerta abierta para futuras colaboraciones, aunque su enfoque en la política podría estar cambiando. La historia de su relación con Trump es un recordatorio de cómo las alianzas pueden ser frágiles y cómo las diferencias ideológicas pueden surgir incluso entre los aliados más inesperados.
