Las advertencias sobre una posible crisis financiera provocada por el cambio climático están ganando terreno entre economistas y analistas. A medida que los fenómenos naturales extremos se vuelven más frecuentes, el impacto en los mercados financieros y en el sector inmobiliario se vuelve cada vez más evidente. La crisis financiera de 2008, marcada por la quiebra de Lehman Brothers, dejó una huella imborrable en la economía global. Sin embargo, las lecciones aprendidas parecen estar siendo desafiadas por la nueva realidad climática.
La burbuja inmobiliaria que estalló en 2006 fue impulsada por prácticas crediticias arriesgadas, pero hoy el temor se centra en cómo los desastres relacionados con el clima pueden afectar el valor de las propiedades. Un informe del Comité de Presupuesto del Senado de Estados Unidos advierte que el valor de las propiedades podría caer drásticamente, similar a lo que ocurrió en 2008, pero esta vez debido a la presión de los fenómenos climáticos.
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, ha señalado que el aumento de los desastres naturales podría desencadenar turbulencias en los mercados financieros. En este contexto, el costo de los seguros está aumentando y su disponibilidad disminuyendo en áreas propensas a desastres, lo que plantea un riesgo significativo para la estabilidad económica. Jay Powell, presidente de la Reserva Federal, ha advertido que en un futuro cercano, algunas áreas de Estados Unidos podrían quedar sin acceso a hipotecas debido a la falta de seguros.
El aumento en los costos de las coberturas de seguros ha sido notable. Warren Buffett, en su informe a los accionistas de Berkshire Hathaway, destacó que los precios de las pólizas han subido debido a un incremento en los daños causados por tormentas. Esto sugiere que el sector asegurador está comenzando a sentir el impacto de los fenómenos climáticos, lo que podría tener repercusiones en el acceso a financiamiento para los propietarios de viviendas.
A medida que las aseguradoras se retiran de los mercados de alto riesgo, los propietarios de viviendas enfrentan primas exorbitantes o la imposibilidad de renovar sus pólizas. Esto no solo afecta a los individuos, sino que también tiene un efecto dominó en el sector bancario, ya que la mayoría de las hipotecas requieren un seguro. La falta de seguros podría llevar a una disminución en la disponibilidad de préstamos, lo que a su vez podría resultar en un aumento de los impagos hipotecarios y ejecuciones.
La situación no es exclusiva de Estados Unidos. En todo el mundo, desde Australia hasta Italia, los problemas relacionados con el clima están afectando a los mercados inmobiliarios y a las instituciones financieras. En muchas ciudades, los propietarios se encuentran con propiedades que valen menos de lo que pagaron, lo que genera una sensación de pérdida constante. Este escenario se complica aún más con el aumento de la morosidad en las tarjetas de crédito y los impagos hipotecarios.
Sin embargo, hay opiniones divergentes sobre si el cambio climático realmente desencadenará una crisis financiera. Algunos expertos argumentan que, a pesar de los riesgos, los bancos han mejorado su capitalización y regulación desde 2008, lo que podría mitigar el impacto de una crisis provocada por el clima. Otros, sin embargo, advierten que la naturaleza física de los riesgos climáticos podría ser más devastadora que las crisis financieras anteriores, ya que no se trata solo de una cuestión de insolvencia, sino de la capacidad de las instituciones para adaptarse a un entorno cambiante.
La creciente conciencia sobre los riesgos climáticos ha llevado a los bancos centrales a considerar estos factores en sus evaluaciones de estabilidad financiera. Sin embargo, la falta de datos precisos y la presión política para desmantelar las regulaciones sobre el cambio climático complican la situación. La administración actual en Estados Unidos ha tomado medidas para reducir la supervisión de los riesgos climáticos, lo que podría tener consecuencias a largo plazo para la estabilidad financiera.
A medida que el mundo enfrenta un aumento en la frecuencia e intensidad de los desastres naturales, es crucial que tanto los reguladores como las instituciones financieras reconozcan y aborden los riesgos asociados con el cambio climático. La historia ha demostrado que la falta de acción puede llevar a consecuencias devastadoras, y el tiempo para actuar es ahora.