En los últimos años, el número de autónomos en España ha experimentado un notable aumento, con un cambio significativo en la forma jurídica que eligen al iniciar su actividad. Cada vez más, los trabajadores por cuenta propia optan por constituirse como autónomos societarios, una figura que les permite limitar su responsabilidad personal ante deudas y quiebras. Este fenómeno ha sido impulsado por la incertidumbre económica y un cambio de mentalidad entre los emprendedores.
Desde 2020, el número de autónomos en pluriactividad ha crecido casi un 47%, y tres de cada cuatro nuevos trabajadores por cuenta propia que se han dado de alta en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) lo han hecho bajo la figura del autónomo societario. Esto representa un total de 88.566 autónomos societarios de un incremento total de 121.953 en el mismo periodo, lo que equivale al 73% de las nuevas afiliaciones.
Este cambio de tendencia se ha visto como una respuesta lógica tras el impacto económico de la pandemia, que afectó de manera severa a los trabajadores autónomos. La figura del autónomo societario ofrece ciertas garantías, lo que ha llevado a muchos a buscar esta opción para proteger su patrimonio personal. Según un estudio de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA), el avance de los autónomos societarios en los últimos cinco años ha sido del 8,5%, en contraste con el escaso crecimiento del 1,3% de los autónomos persona física.
La principal ventaja de ser un autónomo societario radica en la responsabilidad limitada. A diferencia de los autónomos persona física, que responden con su patrimonio personal ante las deudas de la empresa, los autónomos societarios solo responden con el capital aportado a la sociedad. Esta característica se vuelve especialmente atractiva en un entorno económico incierto, donde los riesgos de quiebra son más palpables.
Sin embargo, esta opción también conlleva desventajas. La cuota mínima de los autónomos societarios es superior a la de los autónomos persona física. Desde la implementación de la cotización por ingresos reales en 2023, los autónomos persona física están sujetos a un sistema de tramos que determina su cuota mensual en función de sus ingresos netos. Para 2025, esta cuota varía desde 205 euros para ingresos mensuales inferiores a 670 euros, hasta 605 euros para aquellos que superan los 6.000 euros al mes. En contraste, los autónomos societarios deben cotizar sobre una base mínima de 1.000 euros al mes, lo que implica una cuota mínima de 314 euros.
El presidente de ATA, Lorenzo Amor, destaca que este aumento en la elección de la figura del autónomo societario también desafía la percepción de que el crecimiento de trabajadores por cuenta propia está relacionado con la existencia de falsos autónomos. «No hay falsos autónomos que tengan una sociedad», subraya Amor, enfatizando la legitimidad de esta nueva tendencia.
Fernando Jesús Santiago Ollero, presidente del Consejo General de los Colegios de Gestores Administrativos de España, añade que esta tendencia refleja un cambio profundo en el modelo de emprendimiento. La búsqueda de protección patrimonial es la razón principal detrás de esta elección, ya que muchos emprendedores prefieren limitar su responsabilidad a través de una sociedad, evitando comprometer su patrimonio personal ante posibles deudas o litigios.
Además, Santiago Ollero menciona un cambio cultural y generacional en la mentalidad de los nuevos autónomos. Estos ya no se limitan a pensar en autoemplearse, sino que buscan construir proyectos empresariales sostenibles. En muchos sectores, ser una sociedad se ha convertido en una exigencia del mercado o en una ventaja competitiva clara. La figura societaria no solo protege, sino que también abre puertas para contratar, invertir y crecer, convirtiéndose en una respuesta moderna a un entorno empresarial más exigente y competitivo.
Por el momento, el País Vasco se destaca como la única comunidad autónoma donde el número de autónomos societarios (50,2%) supera al de autónomos persona física (44,7%). Este fenómeno refleja la diversidad en la adopción de modelos empresariales en diferentes regiones del país, y sugiere que la figura del autónomo societario podría seguir ganando terreno en el futuro cercano.