El futuro del Vaticano se encuentra en una encrucijada financiera que el próximo Papa deberá enfrentar con urgencia. A medida que se aproxima el cónclave para elegir al sucesor de Francisco, los cardenales han sido informados sobre la alarmante situación económica de la Santa Sede, que ha registrado un déficit operativo de 83,5 millones de euros en 2023. Este déficit, que se ha incrementado desde los 78,2 millones del año anterior, plantea serios interrogantes sobre la sostenibilidad de las finanzas vaticanas y la capacidad del nuevo líder de la Iglesia Católica para mantener su misión y actividades.
La situación financiera del Vaticano ha sido objeto de atención en las recientes reuniones de los cardenales, donde se discutieron los «problemas y desafíos» que enfrenta la institución. El portavoz vaticano, Matteo Bruni, destacó que el Colegio Cardenalicio, compuesto por 180 miembros, recibió información sobre las propuestas para alcanzar la sostenibilidad financiera. Entre los cardenales que abordaron este tema se encontraba Reinhard Marx, coordinador del Consejo para la Economía, quien ha estado trabajando desde el inicio del pontificado de Francisco para equilibrar las cuentas de la Santa Sede.
Uno de los factores que ha contribuido a la crisis financiera es el escándalo relacionado con la venta de un edificio en Londres, que ha dejado una huella negativa en las finanzas vaticanas. Este escándalo llevó a la condena del purpurado Giovanni Angelo Becciu, quien fue despojado de sus derechos cardenalicios. La renuncia de Becciu a participar en el cónclave ha generado controversia, pero también ha permitido que los cardenales se concentren en los desafíos financieros sin distracciones adicionales.
El déficit anual de la Santa Sede ha sido parcialmente cubierto por el Óbolo de San Pedro, un fondo que recoge donaciones de fieles para financiar obras de caridad y el mantenimiento de la Iglesia. Sin embargo, se ha informado que a finales de 2024 se agotaron los recursos líquidos del Óbolo, lo que significa que la Santa Sede deberá buscar nuevas fuentes de ingresos para equilibrar sus cuentas. Esta situación se convierte en una de las principales preocupaciones para el próximo Papa, quien heredará un panorama financiero complicado.
La gestión de las finanzas vaticanas no ha sido sencilla para Francisco, quien ha enfrentado el desafío de reducir los gastos de más de 150 organismos que componen la Santa Sede. En un intento por abordar el déficit estructural, el Papa rechazó inicialmente los presupuestos de 2025, algo sin precedentes en su pontificado. Solo aprobó los del primer trimestre, permitiendo que los diferentes dicasterios presentaran nuevas previsiones financieras que incluyeran recortes necesarios para reducir el desequilibrio.
En 2023, la Santa Sede gastó 1.235 millones de euros en su funcionamiento operativo, con la mayor parte de los recursos destinados a ministerios que se ocupan de las tierras de misión, obras de caridad y comunicación. Estos organismos fueron instados a ajustar sus presupuestos, y tenían hasta finales de marzo para presentar sus nuevas proyecciones financieras. A pesar de la enfermedad de Francisco, el Consejo para la Economía aprobó finalmente los presupuestos de 2025, lo que permitirá al nuevo Papa comenzar su mandato con un marco financiero más claro.
Sin embargo, la amenaza de quiebra a medio plazo sigue latente. Una vez que se agoten los recursos del Óbolo de San Pedro, la Santa Sede se verá obligada a encontrar soluciones innovadoras para evitar un colapso financiero. El objetivo de déficit cero, que Francisco había planteado, parece cada vez más inalcanzable debido a la inflación y el aumento de los costos operativos, que han incrementado los gastos en aproximadamente 10 millones de euros anuales. Además, el fondo de pensiones de los empleados de la Santa Sede enfrenta un «grave desequilibrio» que podría llevarlo a la quiebra si no se toman decisiones difíciles y responsables.
Francisco ha implementado varias medidas de austeridad, incluyendo la reducción de salarios de los cardenales, en un esfuerzo por contener los gastos. Sin embargo, la situación financiera del Vaticano requiere un enfoque más amplio y estratégico para garantizar la viabilidad a largo plazo de la institución. El nuevo Papa deberá no solo lidiar con la herencia de un déficit significativo, sino también con la necesidad de mantener la misión de la Iglesia en un mundo que enfrenta desafíos económicos y sociales sin precedentes. La capacidad del próximo líder de la Iglesia Católica para abordar estos problemas será crucial para el futuro del Vaticano y su papel en la comunidad global.