Keir Starmer, el primer ministro británico, se ha convertido en una figura clave en la geopolítica transatlántica, buscando restablecer la relación del Reino Unido con la Unión Europea (UE) sin desestimar el Brexit, una decisión que los ciudadanos británicos tomaron hace cinco años. Su enfoque se centra en negociar nuevos acuerdos en áreas como aduanas y defensa, mientras mantiene una relación sólida con Estados Unidos, que busca al Reino Unido como su socio preferente en Europa.
En su reciente visita a Bruselas, Starmer se reunió con Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y António Costa, presidente del Consejo Europeo, para discutir la posibilidad de nuevos pactos que faciliten el comercio y la cooperación en defensa. Este acercamiento se produce en un contexto donde el Reino Unido ha experimentado una significativa reducción en su comercio con la UE, perdiendo aproximadamente 44.000 millones de euros anuales.
El primer ministro británico está trabajando en propuestas que abarcan la integración en sectores alimentarios, farmacéuticos y de defensa. Aunque estas negociaciones pueden parecer triviales, representan un esfuerzo significativo para acercar al Reino Unido a la UE después de años de tensiones post-Brexit. Starmer espera que estos acuerdos se materialicen durante la cumbre bilateral programada para el 19 de mayo, la primera desde la desconexión del Reino Unido de la UE.
Sin embargo, el camino hacia una mayor colaboración con la UE no está exento de desafíos. Algunos miembros del Partido Laborista han expresado su preocupación por el riesgo de que un acercamiento a Bruselas pueda afectar negativamente las relaciones con Washington. El vicepresidente estadounidense, JD Vance, ha enfatizado la importancia de un gran pacto económico entre ambos países, lo que añade presión sobre Starmer para equilibrar sus esfuerzos en Europa con las expectativas de Estados Unidos.
El exnegociador del Brexit, Lord Frost, ha advertido sobre la posibilidad de que el Reino Unido pierda convenios valiosos con EE.UU. si se percibe que está cediendo ante la UE. En este sentido, los negociadores británicos y comunitarios están trabajando para crear un pacto que no subordine a ninguna de las partes, evitando críticas internas tanto en el Reino Unido como en la UE.
Uno de los aspectos más destacados de las negociaciones es la intención del Reino Unido de participar en el plan de rearme europeo propuesto por Bruselas. Londres ha manifestado que su industria militar debe ser parte de este esfuerzo, dada la creciente necesidad de coordinación en la defensa europea frente a la amenaza rusa. Además, se están considerando pactos que permitan la congelación de controles fronterizos y aduaneros para productos alimentarios y veterinarios, lo que podría facilitar el comercio entre el Reino Unido y la UE.
La situación se complica aún más por la caída del 34% en las exportaciones de alimentos y bebidas del Reino Unido entre 2020 y 2024, lo que ha llevado a un enfoque renovado en la seguridad alimentaria y la cooperación en este ámbito. La UE ha mostrado interés en incluir al Reino Unido en sus programas de descontaminación, lo que podría beneficiar a ambos lados.
En el ámbito de la defensa, Starmer busca llevar a la cumbre una propuesta que permita al Reino Unido participar en iniciativas de rearme europeo, accediendo a un fondo de 150.000 millones de euros destinado a la seguridad. Sin embargo, algunos países europeos han condicionado su apoyo a que el Reino Unido permita el acceso a sus aguas pesqueras, un punto en el que Starmer se ha mostrado inflexible, separando las cuestiones de defensa y pesca.
A medida que Starmer navega por estas complejas negociaciones, se enfrenta a la incertidumbre que genera la administración de Trump y las amenazas derivadas de la guerra en Ucrania. A pesar de las reticencias internas, el primer ministro británico ha adoptado un enfoque pragmático, recordando a su partido que el Reino Unido tiene un papel crucial que desempeñar en la defensa de Occidente.
Starmer ha logrado posicionar al Reino Unido como un líder en la respuesta militar a la invasión de Ucrania, dirigiendo dos alianzas continentales clave en apoyo a Kiev. Su gobierno ha anunciado un aumento del gasto militar del 2,3% al 2,5% del PIB, lo que refleja su compromiso con la defensa nacional y su papel en la seguridad europea. En este contexto, el primer ministro británico se ha convertido en un referente en la política europea, buscando equilibrar las relaciones con la UE y EE.UU. mientras enfrenta los desafíos de un mundo en constante cambio.